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Musa y Etebo, alas para Nigeria

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Cualquier detalle cuenta. Y más a estas alturas. Ese miedo que se respira y paraliza cualquier gesto que se salga de la rutina más sencilla, sobrevoló ayer Volgogrado durante el Nigeria-Islandia. Dicho pánico agarrotó de inicio las piernas del cuadro africano, que, con una estructura más modesta –en términos organizativos- que la del equipo de Hallgrimsson, se marchó al descanso tras completar un dominio sumamente estéril. A decir verdad, el cuadro dirigido por Rohr demostró, con su 65% de la posesión y tras sumar 103 envíos más que su rival, que la clásica teoría de las ‘5W’ no solo es cosa del periodismo. Nigeria no supo responder a ninguna de estas cuestiones. Ni al qué, ni al quién, ni al dónde, cuándo, cómo ni por qué. Un déficit que explica, realmente, el hecho de que, más allá de estas cifras, Islandia fue quien más (y mejor) llegó durante el primer tiempo. El resultado, al intermedio, fue de cinco (ocasiones) a cero.

Nigeria, que se adueñó del balón, no supo hacerlo del 1erT

Ahora bien, la alegría siempre va por barrios. Y ayer, un partido que tenía en vilo a los argentinos, se convirtió en una montaña rusa de emociones que acabó de una manera totalmente distinta a como había empezado. Pero vayamos por partes. Con Islandia organizada en su tradicional 4-4-2, con Bodvarsson y Finnbogason como ‘defensas’ más adelantados, Nigeria debió asumir la iniciativa en un 3-4-1-2 muy distinto, a decir verdad, al 4-2-3-1 con el que debutó ante Croacia. Sin Iwobi, que entraría en los últimos compases del partido, pero con Etebo, Ndidi y Obi Mikel en mediocampo, Nigeria sufrió lo que no está escrito para hacer de su salida algo productivo. Con Mikel, como pivote derecho, encargado del primer pase, Rohr consideró oportuno incluir a Etebo unos metros por delante (izquierda), con el objetivo de saltar la doble punta islandesa y asentar, así, un dominio que en realidad tan solo fue un espejismo.

Islandia volvió a repetir el mismo plan que ante Argentina

Armada en su 4-4-2, como decíamos, Islandia quiso repetir la estrategia que tan buen resultados le dio ante Argentina. Con Bodvarsson y Finnbogason arriba, siendo los dos defensores más adelantados a la hora de presionar los primeros pases de Nigeria, el 4-4-2 de Hallgrimsson detectó pronto la función que pretendía realizar Etebo por detrás de sus dos delanteros. Y, para ello, el papel de Gunnarsson fue clave para correr a encimar cada recepción del nuevo futbolista del Stoke City. Un plan que, sobre todo a lo ancho –Gislason, Bjarnason, Saevarsson y Magnusson-, consiguió desconectar por completo las intenciones del colectivo africano; hasta el punto que Nigeria, fruto de la impotencia, pareció olvidarse –para atacar- de cuál es el dogma de los Arnason, Gunnarsson, (Ragnar) Sigurdsson y compañía: el juego aéreo. Pues en todas sus llegadas o acciones a balón parado probó a centrar (sin éxito, como es lógico) de forma lateral. Cosas del fútbol y los estados de ánimo.

Musa y Etebo se exhibieron durante toda la segunda parte

Porque la película cambió por completo en el segundo tiempo. De un saque lateral, Nigeria se encontró con su primera oportunidad en todo el partido para poder correr a campo abierto. Y esa transición, además del uno a cero, marcó un antes y un después en el contexto del partido. Y, quién sabe si, quizás, del futuro a medio-largo plazo de la Copa del Mundo. Porque Musa, que cuajó unos segundos cuarenta y cinco minutos de un nivel altísimo, fue la esperanza de las calles de Buenos Aires, Rosario o La Plata. Porque, con Islandia obligaba a asumir el guion del partido, Nigeria se encontró mucho más cómoda. Etebo, que había pasado desapercibido durante toda la primera mitad, se adueñó del costado izquierdo; Moses encontró muchos más espacios por el derecho; y tanto Musa como Iheanacho, a quienes Rohr les había dado su sitio desde el inicio, avalaron con su movilidad la decisión. Un Rohr que, dicho sea de paso, acertó por completo también con los cambios: como así atestiguó la entrada de Ighalo, especialista en ganar metros a partir de sus diagonales, cuando más volcada estaba Islandia; que ya no depende de sí misma para continuar la gesta que empezó en 2016.


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